Daniel, apúrate. ¡Vamos a perder el ferri a Phuket! le decía a mi hijo mayor, mientras estaba terminando de hacer las maletas para continuar la aventura de nuestras vacaciones por Tailandia, pues íbamos retrasados ya que la noche anterior Dany se trasnochó. Lo que no nos imaginábamos era que perder el ferri, nos iba a salvar la vida el 26 de diciembre en el tsunami de 2004 en Tailandia.
Nos hospedábamos en un bungalow (cabaña pequeña) de un hotel en la isla Phi Phi (Tailandia), un lugar paradisíaco que ha sido escenario de películas de Hollywood. Phi Phi era como un paraíso y daban ganas de quedarse.
Después de mi insistencia por el afán para no perder el ferry, Daniel se levantó y empezó a cepillarse los dientes mientras yo empacaba las últimas cosas en la maleta. Repentinamente, un ruido ensordecedor se apoderó del lugar y a partir de ese momento nuestra vida cambió para siempre.
De un momento a otro empecé a sentir una vibración con un ruido muy fuerte que iba en aumento; parecía el rugido de cómo 100 gorilas tipo King Kong; me asomé al balcón del bungalow y con una vista panorámica observé como una ola gigante, color gris oscuro azulado, del tamaño de un edificio de 4 pisos, que venía a toda velocidad, tapando hoteles, casas, se llevándose a las persona. Llamaba a Daniel a gritos, pero el rugido también ahogaba mi voz.
Quedé petrificada sin entender lo que pasaba y fue entonces cuando Dany me tomó con fuerza del brazo para huir del mar que venía con toda su furia arrasandolo todo. En cuestión de segundos estábamos saltando de la cabaña y empezamos a correr hacia la montaña en medio de la maleza. El mar venía pisandonos los talones,.. el ruido era infernal y sentíamos que la ola nos iba a alcanzar.
De pronto el ruido paró y nosotros también. El silencio se apoderó del lugar; casi ahogados, nos miramos y nos preguntamos ¿Qué pasó?”. No entendíamos nada….
Cuando regresamos por las maletas que luego perdimos, nos encontramos con el mar a nuestros pies; solo veíamos mar a nuestro alrededor. El mar había llegado hasta nuestro bungalow en la montaña; lo había tapado todo; se veía amenazante y sentíamos la inminencia de peligro.
Repentinamente, empezó otra vez el rugido del mar enfurecido y el pánico nos invadió de nuevo. Quienes estaban en ese lugar, escucharon el grito de Daniel ordenando a todos correr hacia la montaña y salvarse de la segunda ola. Daniel se fue quedando atrás y lo perdí. Yo no podía devolverme y ahí empecé con la angustia más grande porque se me perdió Dany y todo por las benditas maletas!. Estaba desesperada; no sabía del paradero de mi hijo y sentía que todo me daba vueltas; me sentía ahogada y sin fuerzas… “¿y a quién le iba a pedir ayuda?”…
La montaña se convirtió en nuestro refugio, había australianos, rusos, estadounidenses, europeos, japoneses, tailandeses y dos colombianos: Daniel y yo. El pánico era generalizado y el silencio era una constante hasta cuando las olas interrumpían los pocos momentos de calma.
Muchas personas estaban lesionadas. Yo, enfermera de profesión, limpié y curé las heridas buscando evitar que se infectaran. Se me escurrían las lágrimas…“Ahí sentí que de alguna forma sanaba también las heridas del alma”, lo que afianzó mi vocación de servicio, y aquello no solo aliviaba mi dolor sino también me llenaba de gratitud. Nos repartimos por sorbitos una botella de agua que Dany consiguió. En esas circunstancias, todos éramos iguales, no importaba la raza, el dinero, los títulos, la posición social…..”todos tomamos de la misma botella”…
Pasamos más de 24 horas en esa montaña. “El espectáculo de la tragedia era inmedible y desgarrador”.
Continuamos en nuestro intento de salir de ese lugar; caminábamos entre pilas de escombros de donde salían piernas y manos, “veíamos también caras de niños con los ojos entreabiertos, cristalinos”; todos ahogados.
No quedaba nada; ni casas, ni hoteles, ni comercio. Todo había desaparecido. solo veíamos muertos y más muertos.
Caminamos mucho y tuvimos experiencias de todo tipo; pedimos limosna, echamos dedo…aún estábamos a unas 16 horas de Bangkok por carretera, pero teníamos la certeza de regresar como fuera.
Después de intentarlo mucho, conseguimos tiquetes para Colombia. Fueron 24 horas de un viaje eterno hasta que el avión aterrizó en Bogotá.
El sentimiento de culpa e impotencia ante tanto dolor, al no poder hacer mucho por tantas personas, me afectó por varios meses, pero aprendí de la experiencia. Me enfrenté de nuevo al mar y a los aviones.
A partir de mi experiencia en el tsunami, leí, asistí a talleres de crecimiento personal, estudié y me preparé por varios años en diferentes áreas como PNL, propósito, liderazgo, humanísticos y espirituales y me certifiqué como Coach profesional.
Reafirme lo que en esa montaña de aquella isla descubrí: “Dando es como recibimos”; “Yo soy el líder y creador de mi vida” y mucho más.
Encontré entonces la manera de honrar mi propósito de servicio, acompañando a personas y organizaciones en su proceso de transformación y liderazgo; de reencuentro con su potencial y auto sanación y a ser creadores de su felicidad, a través de herramientas poderosas como el Coaching.
En la Conferencia-Taller testimonial “El tsunami de mi vida”, que desarrollé a raíz de mi experiencia y en mi libro titulado con el mismo nombre, comparto con los asistentes y lectores mi testimonio y aprendizajes de liderazgo y transformación y lo que para mi significó cada momento vivido.
En mi ejercicio como coach, conferencista y facilitadora de procesos de transformación, los invito al auto liderazgo a través de la reflexión profunda para el despertar de su conciencia, a entrar en contacto con su potencial humano y a replantear y adoptar nuevas perspectivas, retandolos a avanzar hacia sus metas.
Estoy comprometida con ser fuente de inspiración para el desarrollo de la conciencia y la transformación del mayor número de personas.
“hay que fluir con la vida”.
Claudia Tangarife Castillo
Contacto: e-mail: consultores@claudiatangarife.com web page:www.claudiatangarife.com
El Tsunami del sur de Asia afectó a 14 naciones, cobró cerca de 350 mil víctimas mortales, dejó decenas de miles de desaparecidos y entre un millón y medio y dos millones de personas quedaron desplazadas. Tailandia, Indonesia, Sri Lanka, Malasia e India fueron los países más golpeados por el mismo. Esta tragedia es considerada como el noveno peor desastre natural de la historia moderna.